La angustia, generalmente, se caracteriza por una sensación que, quien la padece, la siente inequívocamente en su cuerpo. La mayoría de las veces, es ese nudo en la garganta, ese «cosa» horrible en la panza, esas ganas de llorar.
Otras veces, la angustia, se manifiesta de otros modos, que podemos llamar “equivalentes de angustia” y que también implican una manifestación en lo corporal: sudoración en las manos, sensación de hipotensión, taquicardia, temblores, sensación de ahogo, entre otros. Éstas son formas fisiológicamente variadas en que llega este afecto a expresarse en el sujeto y que puede leerse de distintos modos.
Para mí, el modo más importante de lectura tiene que ver con entender a la angustia, como una manifestación que habla del sujeto, de su modo de atravesar su existencia, de la forma de vivir en un momento determinado de su vida.
Freud en su texto “Inhibición, síntoma y angustia” plantea algo que siempre me gusta recordar: hay una angustia que es “señal”, la llama «angustia señal».
¿Qué significa esto?
La angustia es una señal en el cuerpo que le dice al sujeto que hay algo que no puede continuar de esta forma, que algo indefectiblemente anda mal y que por lo tanto algo tiene que cambiar. Esto es, la angustia, funciona como señal de que algo hay que RESOLVER.
Ahora bien, ¿resolver dónde? No es en el cuerpo, no en el cuerpo que expone la angustia a través de sus síntomas, sino en la propia existencia del paciente, se trata de resolver en el modo de ser y estar del paciente, en su propio y subjetivo, mundo.
Por lo tanto, si pensamos a la angustia como señal, como aviso, como alerta, de que hay algo que resolver y algo que cambiar, la angustia pasará irremediablemente a transformarse en OPORTUNIDAD.
¿Oportunidad de qué? Oportunidad de estar mejor.
Como decía Freud desde los comienzos, una gran forma de descargar el afecto angustia, es a partir de la palabra. Por eso, para liberar, para cambiar y resolver, el encuentro terapéutico es fundamental.
Date la oportunidad de hacer de tu angustia una oportunidad de hacer terapia, ya que todo lo que no decimos con palabras, lo decimos con el cuerpo.
Psic. Paula Cantarini. Mat. N° 8213
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