
“Vivamos la vida”
De eso se trata.
Un comentario comedido de tertulia circula ocasional entre comidas y bebidas.
Si luego se desvanece en la cordial frivolidad de las horas, su mensaje originario
no nos aparta del núcleo mismo del existir:
Nuestra razón de raza: Vivamos la vida.
Miramos las estrellas en busca de compañía universal y a la vez,
nos orientamos con la esperanza de la soledad más radical renovando energías
para la noche obscura y el relumbrón del alba.
Enfrentamos los miedos, superamos los dolores, y la reflexión sobre nuestras
certidumbres entusiastas nos van trazando el camino a cumplir.
Siempre acudiendo a los vínculos que trama el Amor:
Temperamento, belleza, sexo y coraje.
Prosperamos como especie en el dominio de las leyes de la inteligencia y el ingenio,
con libertades relativas y sororidad.
Somos el bípedo que hace, piensa y crea; el que fecunda vivamos la vida.
Desde aquel instante liminar de la manada, nuestra huella se ha grabado en el siglo 21.
Omnipotente y discretx; contradictorix y perseverante; inocente y perversx a la vez,
con asombro y arrogancia sobrepone sus hallazgos.
El albedrío selló la subjetividad y el corazón condensa las pasiones que la consciencia
no controla, delatando su fe fallida.
Así nos obstinamos, nos auto percibimos, nos pensamos.
¿Cómo?
¿Cuántas veces oscilamos con el pensamiento entre el todo y la nada?
¿Cuántas veces optamos por una decisión extrema en términos de blanco ó negro?
La respuesta suele ser absoluta, sin matices.
Tironeada por las tensiones propias de creencias y rituales inscriptxs
en nuestra evolución, se ve sometida a estadios mentales contradictorios:
sería; querría; desearía; estaría; viviría.
Sería importante para mí…
Querría hacer…
Desearía poder…
Estaría mejor si…
Viviría como…
La Terapia Cognitivo Conductual –TCC- identifica y caracteriza
esos comportamientos como la tiranía de los DEBO
Se manifiesta cuando teniendo a mano las decisiones oportunas
para mejorar nuestro poder individual, los propósitos se
disipan en la perplejidad de la impotencia y el propio disvalor.
La TCC desarma esta encerrona psíquica.
Destruye su nomenclatura y elabora métodos asertivos para
desestructurar automatismos enervantes de nuestra iniciativa creadora:
Vengo a ser;
vengo a desear;
vengo a querer;
vengo a vivir la vida.
La TCC nos ayuda a reencontrarnos con el humor y el drama reales.
Llanto y risa cuyas características de especie nacen con nosotrxs,
nos acompañan hasta el último soplo de vida y, no se irán cuando ya no estemos.
Persistirán en el linaje del instinto entrenado para ser mejores.
La TCC dispone de un arsenal terapéutico, cuya probada respuesta
Bio-psico-emocional y social nos ayuda a vencer esos simulacros mentales.
Entonces, no abandonemos el mandato de tertulia comedida.
Conquistémoslo día a día.
Adrián Carrillo
Psicólogo
Matrícula 8368